THE TALL T (1957)
Especialista en el género del western, hay que destacar que este director se maneja dentro del mismo como pez en el agua. El secreto de dicha fórmula radica en un buen disparador argumental que sostiene, con extrema precisión, el relato hasta el instante justo en el que el mismo puede llegar a agotarse.
En este caso, Randolph Scott –eterno alter ego del cineasta- encarna a un cowboy que va de visita a lo de un amigo a pie porque ha perdido su caballo en una apuesta. De manera imprevista en el camino se topa con una diligencia privada que transporta a un matrimonio de recién casados que le ofrece un aventón. Al llegar a la propiedad de sus conocidos (una posada) se encuentra con una masacre provocada por una banda de malhechores que secuestran a los integrantes del vehículo con el fin de mantenerlos cautivos para pedir un suculento rescate por la vida de la novia (la joven es la hija de un minero muy poderoso). A medida que pasen los minutos, los bandidos irán liquidando a cada uno de los rehenes manteniendo a Scott y a la mujer con vida.
Como se puede apreciar, la trama es muy tentadora para jugar con los tópicos clásicos de este tipo de filmes y eso es justamente lo que hace nuestro director. En vez de caer en la tentación de distraerse con elementos secundarios, como que el personaje intente vengar a sus amigos o que planifique estafar a sus secuestradores prefiere de manera acertada centrarse en el escape de la situación de cautiverio. Por eso en vez de una cinta de 3 horas flojas, asistimos a una de 1 hora y veinte de gran intensidad. No hay que olvidar tampoco que parte de esta efectividad proviene de su guionista habitual, Burt Kennedy. Esta fructífera colaboración entre Boetticher y Kennedy se extendió a siete trabajos que no tienen desperdicio.
Podríamos afirmar también que la mayoría de las películas que componen esta filmografía se apoyan en tres puntos muy firmes.
El primero de ellos es el del triángulo amoroso formado por el cowboy, en este caso Scott (hombre libre y valeroso), la mujer (de presencia muy sexual pero arraigada a las viejas tradiciones) y el marido (un ser débil y cobarde). Con este dibujo geométrico, Boetticher hace presente en la pantalla lo que mueve el verdadero conflicto de sus tramas.
En segundo lugar la presencia del factor psicológico, que es el medio por el cual expresa a nivel dramático el punto anterior. Los personajes que componen estos complicados triángulos ocupan las aristas impuestas por algo que arrastran del pasado y que según el grado de explicitación que hagan del mismo los harán permanecer con vida o morir. Como ejemplo a este ítem, Randolph no revela sus cartas hasta el momento justo y eso genera empatía con los malvivientes (quiere conocer el amor para instalarse en un rancho propio) mientras que el esposo juega todo en la primera mano con tal de salvarse a si mismo (admite que se casó por dinero).
Y el tercer elemento, es el viaje por el oeste. Este último factor que aparece aquí actúa como una especie de cobertura y permite estructurar la temporalidad y espacialidad del relato. Recordemos que una de las frases más célebres de Budd es: “La mejor manera de conocer el lejano oeste, es viajando a través del mismo”.
Un dato curioso que no pasa inadvertido es que la realización de esta obra se dio justo el mismo año que el western de Delmer Dames 3:10 To Yuma. Con esto quiero destacar una simetría invertida entre estas dos películas. Si en Yuma la trama pasaba por un ciudadano que tenía prisionero a un delincuente en un único espacio mientras esperaba la llegada del tren, en The Tall T es un delincuente el que retiene a dos civiles. Además, en ambas cintas hay un juego psicológico construido a fuerza de diálogos existencialistas que anuncian una nueva forma de western, con un tono más crepuscular, que vendría en la década siguiente.
En conclusión, con The Tall T asistimos a uno de esos momentos históricos en los que una producción diseñada y pensada como clase B se transforma, gracias a su excelente realización, en un producto de clase A.
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