OTROS CLASICOS

Un espacio para aquellos films poco recordados del período clásico y neoclásico

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Location: Capital Federal, Argentina

Thursday, December 20, 2007

CHRISTMAS IN JULY (1940)







Como se aproxima la navidad, he decidido elegir un film que si bien no transcurre en la fecha de esta festividad, evoca conceptualmente su sentido. Preston Sturges podría sin cuestionamientos ocupar un merecido lugar en el podio de los grandes directores de la comedia. A pesar de no haber tenido una larga carrera en esta función (realizó poco más de diez películas), su puñado de films es de un nivel tan parejo como elevado. Entre los temas predilectos podemos encontrar su inquietud acerca de las problemáticas sociales, como señalaremos a continuación en el film que deglosaremos.
Dick Powell es Jimmy MacDonald, un empleado contable de condición humilde que sueña a la luz de la luna en los techos de su vecindario un mejor futuro junto a su mujer. Una persona con un gran talento creativo que ve desperdiciar sus días en un ordinario escritorio de oficina. Lo único que podría salvarlo a él y su prometida es un concurso radial que entregará una fortuna a quien pueda crear el slogan más original de una marca de café. Es por eso que Jimmy apuesta a quedarse con el certamen al igual que otros 3 millones de concursantes. Pero por una encrucijada en la votación, el premio queda vacante durante una semana. Esta breve introducción se desarrolla en muy pocos minutos, casi con un ritmo vertiginoso porque nos sirve como pie para entrar en la verdadera historia que comienza cuando los compañeros de oficina de MacDonald le hacen una broma enviándole un falso telegrama para hacerle creer que es el ganador de los cincuenta mil dólares del premio. A partir de esa noticia la vida de MacDonald cambiará radicalmente sin saber la duración temporal y las consecuencias del engaño que está viviendo.
A diferencia de Hawks, Sturges maneja los tiempos de la comedia de una manera más desacelerada, sus relatos comienzan a ritmo de frenesí para establecerse a la altura del segundo acto en una narración menos veloz aunque nunca lenta. En el caso de Howard Hawks, sus historias son avasallantes y poseen la velocidad de un auto de fórmula 1. Otra de las características más loables del director que se pueden apreciar aquí es la precisa e ingeniosa calidad de los diálogos. Esta facilidad para la palabra proviene de la primera profesión de Preston que era la de guionista, campo en el que trabajó con los popes del género cómico. En el plano de los recursos formales y como buen director clásico, no utilizaba primeros planos ni grandes travellings pero movía la cámara de manera muy imaginativa en ciertos momentos claves de la trama. Un buen ejemplo de esto se puede apreciar en el final de esta obra, cuando la aparición de un gato negro frente a un ascensor que baja obliga a la cámara a relacionar visualmente ambos elementos a través de un paneo descendente bastante curioso y poco ortodoxo. En ese instante se podría resumir un poco que la decisión por parte de muchos realizadores del período clásico de no mover demasiado la cámara era una cuestión de estilo y no una incapacidad. Prueba de ello es que cuando la movían lo hacían de manera extraordinaria.
Como decía al comienzo de esta reseña, “Christmas in July” no es una película sobre la navidad en un nivel explícito, pero si en un plano metafórico. MacDonald se convertirá en una suerte de Santa Claus repartiendo felicidad y esperanza en quienes lo rodean, acercará la posibilidad de acceder a la felicidad a los más humildes y conseguirá un pequeño triunfo en la escala social. Hay una anécdota muy reveladora que nos muestra que clase de persona era Sturges y lo más importante, que clase de valores poseía: para este rodaje, el director mantuvo el set abierto para que cualquier visitante pasara por el plató a ver como se rodaba la película. Quizás ese fue un poco el deseo de Preston Sturges a lo largo de su historia dentro del cine, porque desde “Sullivan’s Travels” (1941) hasta “The Sin of Harold Diddlenock” (1947) siempre retrató al hombre común luchando para mostrarle a los ricos el mundo de los pobres y a los pobres el mundo de los ricos.

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Thursday, December 06, 2007

COOL HAND LUKE (1967)



El cine siempre estuvo plagado de personajes entrañables, pero en este rubro hubo uno que se despegó por su simpatía. El joven Luke, excede la arrogancia natural de Paul Newman para potenciarla a un grado de mito, desafía sistemáticamente a las autoridades con una sonrisa en la boca sin importar las consecuencias de semejante desacato. Y lo que es más querible aún es su moral inquebrantable que le hace llevar sus causas al límite para cruzarlos en un camino sin retorno.
Esta fábula sureña con ritmo de blues y personajes orgullosos dista mucho de la narración convencional que se venía viendo en materia de films relacionados a la vida en prisión. Tomemos en cuenta que desde aquella obra maestra de Jean Renoir “La Grande Illusion" (1937) a “Escape from Alcatraz” (1979) de Don Siegel, el objetivo de los protagonistas de estas historias era el escape del campo o la fortaleza en la que estaban atrapados. O sea que la mayor parte del relato podía dividirse en una primera fase de entrada al presidio (donde se nos mostraba su reforzada seguridad y lo complejo del escape), una segunda fase de conformación de grupo y elaboración del plan, y la tercera donde se ejecutaba lo anterior. En casi todos los casos la meta era escapar y el film servía como vehículo para construir este sueño. Sin embrago en “Cool Hanf Luke”, la cuestión argumental cumple el primer eslabón expuesto pero no el segundo y me animaría a decir que si se da el tercero es más por una suerte de decantación crítica hacia las convenciones clásicas del género que por otra cosa, pero veamos como funciona esto en el film.
Paul Newman es Luke, un joven rebelde que comete un crimen menor (destruir propiedad municipal) y es condenado a cumplir su condena de dos años en un presidio rural. Lo primero que hace Luke es mostrarse como diferente y conquistar de manera poco ortodoxa la estima de sus compañeros de celda. Pero, aquí viene el elemento extraño, no intenta persuadir a sus colegas de escapar ni maquina un plan maestro, Luke quiere divertirse aceptando desafíos absurdos que alimenten su carácter de héroe hedonista. Está claro que en algún momento va a intentar huir, pero no por los métodos convencionales sino respondiendo a los arrebatos de libertad propios de una personalidad como la de él. Este motivo principal hace de la película de Stuart Rosenberg un relato fresco, simpático y renovador.
Otra de las claves para entender el tema de esta producción es el carácter de parábola bíblica que se construye a nivel visual a lo largo de la historia. Luke es una suerte de Cristo a pesar que no crea en él. Esa paradoja subraya la idea del salvador de almas y se expresa con el recorrido de nuestro héroe. Primero despierta la conciencia de que si se trabaja rápido se consigue más tiempo libre (cosa que no agrada a las autoridades), luego unifica al grupo sin hacer distinciones, después desafía a sus superiores con el buen trato para terminar viviendo su propio vía crucis. Es azotado y golpeado hasta el hartazgo por estos pseudo romanos, encadenado y usado como ejemplo de castigo. Su deambular entre sus fieles con la túnica blanca y las cadenas lo convierten en un verdadero mártir, que además muestra la multiplicación de los panes en la escena del comedor donde todos comen un poco de su comida. Sustentando aún más esta idea, el final de Luke va a ser justamente en una iglesia intentando por primera vez hablar en serio con Dios. En definitiva, la aparición de este protagonista va a devolver cierta ilusión y dignidad a sus pares encerrados.
Más allá de todas las lecturas posibles y por cierto muy ricas que nos propone la cinta, es posible dejarlas de lado para sólo quedarnos con la legendaria escena en la que Newman desafía a la cuadrilla con comerse cincuenta huevos duros en el lapso de una hora. Tal vez esa situación tan imposible como absurda defina mejor que todo lo expuesto al personaje y a la película. Cool Hand Luke: un verdadero indomable del cine.

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