CHRISTMAS IN JULY (1940)
A diferencia de Hawks, Sturges maneja los tiempos de la comedia de una manera más desacelerada, sus relatos comienzan a ritmo de frenesí para establecerse a la altura del segundo acto en una narración menos veloz aunque nunca lenta. En el caso de Howard Hawks, sus historias son avasallantes y poseen la velocidad de un auto de fórmula 1. Otra de las características más loables del director que se pueden apreciar aquí es la precisa e ingeniosa calidad de los diálogos. Esta facilidad para la palabra proviene de la primera profesión de Preston que era la de guionista, campo en el que trabajó con los popes del género cómico. En el plano de los recursos formales y como buen director clásico, no utilizaba primeros planos ni grandes travellings pero movía la cámara de manera muy imaginativa en ciertos momentos claves de la trama. Un buen ejemplo de esto se puede apreciar en el final de esta obra, cuando la aparición de un gato negro frente a un ascensor que baja obliga a la cámara a relacionar visualmente ambos elementos a través de un paneo descendente bastante curioso y poco ortodoxo. En ese instante se podría resumir un poco que la decisión por parte de muchos realizadores del período clásico de no mover demasiado la cámara era una cuestión de estilo y no una incapacidad. Prueba de ello es que cuando la movían lo hacían de manera extraordinaria.
Como decía al comienzo de esta reseña, “Christmas in July” no es una película sobre la navidad en un nivel explícito, pero si en un plano metafórico. MacDonald se convertirá en una suerte de Santa Claus repartiendo felicidad y esperanza en quienes lo rodean, acercará la posibilidad de acceder a la felicidad a los más humildes y conseguirá un pequeño triunfo en la escala social. Hay una anécdota muy reveladora que nos muestra que clase de persona era Sturges y lo más importante, que clase de valores poseía: para este rodaje, el director mantuvo el set abierto para que cualquier visitante pasara por el plató a ver como se rodaba la película. Quizás ese fue un poco el deseo de Preston Sturges a lo largo de su historia dentro del cine, porque desde “Sullivan’s Travels” (1941) hasta “The Sin of Harold Diddlenock” (1947) siempre retrató al hombre común luchando para mostrarle a los ricos el mundo de los pobres y a los pobres el mundo de los ricos.
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