HE WALKED BY NIGHT (1948)
Richard Basehart, en uno de sus mejores papeles, es un oscuro personaje que deambula por las noches cometiendo crimenes en las calles de la ciudad de Los Angeles. Cierto día, es descubierto por dos policías en pleno acto delictivo y Basehart para huir mata a uno de los oficiales. A partir de allí el agente vivo inicia una búsqueda sin tregua por los suburbios neoyorkinos intentado cazar al misterioso fugitivo.
Centrándonos en los aspectos de guión hay un hecho a destacar que es bastante curioso y es que el protagonista no posee una motivación real para cometer los crímenes sino que lo hace como si fuera un impulso irrefrenable que brota desde sus entrañas. Pero no es lo único a rescatar, ya que también en el área de dirección hay más de un acierto. Para empezar no sabemos bien a quien atribuir estos méritos que enumeraremos a continuación porque si bien la obra la firma el desconocido Alfred Werker, se ha comentado que la autoría real es del no acreditado Anthony Mann. En relación al hecho cuando se le consultó a este último sobre su colaboración en He Walked By Night contestó que sólo aconsejó a Werker en algunas tomas puntuales pero que el mérito artístico era para su compañero. Una vez aclarado este punto, vayamos a dos momentos que son cine en estado puro. Primero la forma en que Basehart escapa de la escena del crimen, se tira dentro de las boca de tormenta que conducen a las alcantarillas con la ductilidad que el protagonista de los Dukes de Hazzard lo hacía cuando saltaba por la ventana de su auto. Segundo una escena puntual en la que se produce una autocuración. Al mejor estilo de John Rambo, el protagonista se quita una bala frente a un espejo para iniciar un camino que muchos héroes seguirán transitando en el futuro.
Un párrafo aparte merece el eximio trabajo fotográfico del reconocido John Alton iluminando con linternas las oscuras tuberías subterráneas por donde huye el demonio. Imágenes que nos recuerdan a la inolvidable secuencia final del film de Carol Reed The Third Man pero que aquí con el vapor, el humo y las armas escondidas debajo cobra el valor metafórico de representar un infierno.
Finalmente la pregunta principal que se hacen los directores Alfred Werker y Anthony Mann en este poco conocido film noir de la década de 1940 es ¿Cuál es la cara del mal? Quien quiera saber la respuesta deberá meterse en la oscura Los Angeles de 1948.
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