OTROS CLASICOS

Un espacio para aquellos films poco recordados del período clásico y neoclásico

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Location: Capital Federal, Argentina

Monday, April 21, 2008

THE LONGEST YARD (1974)


Si combinamos los sub géneros de deporte y cárcel vamos a encontrarnos con un film que reúne lo mejor de ambos mundos. Si encima a esto, le sumamos que lo dirige el maestro Robert Aldrich y lo protagoniza el entrañable Burt Reynolds, la apuesta se redobla para cocinar un plato cinematográfico que el tiempo se encargó de transformar en objeto de culto. Ya desde el comienzo, el espectador es sometido a un alto nivel de vértigo en lo que resulta ser una de las mejores persecusiones de autos de la década, justamente década en la que se rodaron las más espectaculares secuencias de persecusión. Luego de una presentación de personaje un tanto hitchcockeana (la cámara nos muestra a través de un plano secuencia algunos objetos de la sala como un botellón con whiskey y algunos portaretratos) nos arrojan a una carrera contra la policía arriba de un Citroen deportivo que termina sumergido dentro de un río.

Hasta aquí, si bien hemos visto demasiada acción no sabemos tanto del personaje. Una vez dentro del penal, descubrimos a Paul Crewe (Burt Reynolds) una ex estrella del Football Americano que termina en prisión por robar un vehículo, conducirlo ebrio y resistirse a la autoridad policial. Por si esto fuera poco, Aldrich nos revela dos datos aún más importantes en los que basará el conflicto principal de la trama: En primer lugar, el alcalde de la penitenciaría lo llevó a su penal para que dirija el equipo de football de los guardias y el segundo, que en su vida como jugador profesional, Paul, vendió puntos a favor de algunos apostadores en contra de su equipo.

El director construye su puesta en escena con los recursos que nos tiene acostumbrados como ser la independencia de la cámara en ciertas ocasiones y el característico perfil rudo de sus protagonistas. Pero a estos elementos les agrega las novedades formales de la época como la pantalla dividida o la música extradiegética proveniente de radios o tocadiscos. Un dato a destacar es el final en el que podemos divisar la figura de Reynolds recortado en un cuadro demarcado por la puerta del vestuario dentro del gran cuadro de márgenes dado por el fotograma. Es imposible no pensar en la obra de John Ford “The Searchers” y la mítica llegada de John Wayne a su casa después de la guerra. El plano es el mismo y la métafora no es inocente, pensemos en Burt que lleva en vez de un uniforme sureño uno de jugador de football americano, ambos son perdedores y su destino es incierto, sin embargo parece que en el recorrido encontraron lo que buscaban: su identidad. Como Wayne que luego de deambular errante por el desierto recupera a su sobrina Reynolds descubre que puede dejar su costado egoísta para ser solidario. Por eso deben volver al “vientre materno” para alcanzar finalmente la curación y renacer sin el odio que llevaban dentro.

La estructura narrativa utilizada para este relato, que tiene tópicos de comedia pero también de drama, es bipartita. El primer segmento nos muestra la vida cotidiana tras las rejas y la formación del equipo de football de presos que conducirá Crewe mientras que la segunda se basa exclusivamente en la contienda deportiva entre guardias y reclusos. Este hecho no es muy acertado ya que el film se torna un poco pesado hacia el final.

La década de 1970 fue para Aldrich su última como realizador activo pero a la vez una de las más prolíficas en cuanto a producción (realizó nueve películas) y calidad (algunas de ellas fueron “The Emperor of the North Pole” (1973) y “Hustle”(1975)). Es por eso que podemos afirmar que el período citado ha servido, sin ninguna duda de motivación a directores actuales como Quentin Tarantino o Robert Rodriguez para crear citas cinéfilas en sus actuales películas.

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Monday, April 07, 2008

MISTERIOUS ISLAND (1961)

A la hora de mencionar el concepto de autoría, tenemos la inclinación de nombrar casi siempre a directores. Rara vez nos detenemos a pensar en un guionista o productor y mucho menos en un director de fotografía cuando hablamos de un creador individual. Un genio que imprime con su sello la totalidad de una obra para ofrecernos algo que salte la norma de lo cotidiano. Por eso la figura de alguien que se desempeñe en el área de los efectos visuales y responda a tal idea de autor es aún más extraña, pero no imposible. Ray Harryhousen es el hombre que hace que dicha teoría no quede sujeta exclusivamente al campo de la dirección sino que abre el abanico a aquel que con su simple nombre nos motiva a ver una película. El ejemplo de esta idea, la presentamos con “Misterious Island”.

El film surge como una adaptación de la reconocida y homónima novela de Julio Verne en la que nos presenta una historia de aventuras centrada en un grupo de soldados confederados que escapa de un campo de prisioneros yanquis en plena guerra de sesesión. Al mejor estilo de los relatos del escritor, el grupo logra salir del lugar en un globo aerostático que surca los cielos durante varios días sin un rumbo definido. Cuando el hambre y el cansancio se apoderan de los sobrevivientes, quitándo la posibilidad de descender en un lugar que no sea el océano, aparece en el horizonte una isla que ofrece la posibilidad de la salvación. El arribo a esta misteriosa ínsula vendrá cargado de aventuras, piratas y seres mostruosos que no darán tregua a nuestro grupo de naufragos.

En esta cinta la narración prima por sobre cualquier elemento, y es que la verdadera atracción del relato pasa por la superación de distintas pericias cuya dificultad va en crescendo. Todas estas gigantescas aberraciones de la naturaleza, como cangrejos, aves o pájaros gigantes, se presentan como gemas anticipatorias en lo que se refiere al mundo de los efectos especiales. Lo que más se destaca de la mano de Harryhausen a la hora de hablar de avances tecnológicos, es la calidad de verosímil logrado a través de la interacción entre el actor y la animación. Pero vayamos un poco a los temas que nos ocupan de esta historia. Por un lado aparece el institno de supervivencia del hombre que intenta volver costumbrista lo primitivo en el hecho de aceptar la imposibilidad de escapar del lugar al construir un morada habitable. Mientras que por el otro lado surge desde el fondo del mar la inquietante figura iluminista del Capitan Nemo que pretende utilizar la ciencia para crear un mundo más práctico aunque no sabemos si mejor. En esta oposición entre ciencia y fe, entre esperanza y aceptación, encontramos el verdadero espíritu de esta fábula de aventuras. Tal vez la complejidad que construye la moral del personaje de Nemo resuma un poco el el aspecto filosófico de esta idea.

En cuanto a la producción, hay que destacar que otro elemento a tener en cuenta es el acertado diseño de arte, que fue tomado de su film antecesor “20000 Leagues Under the Sea” (1954), del que se rescata todo el universo visual referente al sub-acuático mundo de Nemo, con el Nautilius como estandarte. También este libro fue llevado infinidad de veces a la pantalla, siendo las más destacadas, la primer versión muda rodada por Lucien Hubbard en 1929, y la ejecutada por Juan Antonio Bardem en 1973.

Aquí nos queda entonces este prueba de autoría de dos personajes que juntos pudieron crear arte sin ser directores e imprimirles un sello a sus películas sin estar firmadas esclusivamente por ambos. Estos dos gigantes son el animador visual Ray Harryhausen y su eterno e incansable productor Charles H. Scheener.

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