SLEUTH (1972)
Para algunos directores las despedidas no son un tema menor. Como si supieran que el film que encaran es el último de un extenso recorrido, deciden volcar toda su sabiduría cinematográfica en ese último trabajo. Esto lo podemos apreciar claramente en John Huston al realizar “The Dead” (1987) o en Joseph L. Mankiewicz en su film “Sleuth” (1972).
En esta ocasión nos vamos a referir a éste última que con una arriesgada puesta en escena, en la que sólo trabaja con dos actores en un único espacio, desafía las leyes del teatro para convertirlo en puro cine. Hemos visto que en muchas oportunidades se ha acusado a esta cinta de ser muy teatral, cosa que de ninguna manera es cierta, si hay un punto de contacto con la otra disciplina artística son las piezas que sirven de punto de partida para este juego.
Y si hablamos de juego, de ninguna manera es gratuita la utilización de dicha palabra en el párrafo anterior, porque que nos sirve para entender que lo que propone el director es eso mismo. Una experiencia lúdica desde la forma de filmar que se refleja en la base de la trama que construye el argumento. Para entender un poco sobre que estamos hablando, me gustaría adentrarme un poco la historia.
En una gran mansión antigua, Andrew Wyke (Laurence Olivier) ensaya en medio de su jardin lo que será su nueva novela policial hasta que es interrumpido por una visita. Quien aparece entonces es Milo Tindle (Michael Caine), un peluquero humilde de origen italiano que pretende pedir la mano de la ex mujer de Wyke. Una vez presentados los contendientes, se adentrarán en esta suerte de castillo para jugar un juego macabro en el que intentarán denigrar la persona del otro mientras traman las bases teóricas del crimen perfecto.
Mankiewicz, hace gala de su mirada excesivamente cultural para plagar de citas el decorado, Primero con múltiples referencias literarias al polcial de enigma (un busto de Edgar Allan Poe, un cartel que dice Baker Street, etc), disfraces que nos recuerdan a la antigua tradición de la comedia del arte italiana, de ahí el traje de payaso bufonesco con el que intenta humillar Olivier a Cane al grito de Polchinella (personaje de farsas y pantomimas). Porque para este director, los elementos culturales son una de las características propias de su estilo, un estilo que entiende que el cine es la resultante de la colaboración colectiva de las artes.
Durante todo el desarrollo de la película los dos personajes se baten en un duelo de esgrima intelectual en el que todo es representación. Esa escenificaión que practican los personajes al crear un ensayo sobre un posible asesinato, nos muestra una mentira que pasa a ser verdad. Ergo, Mankiewicz está hablando del cine en su estado más puro.
Como dijimos al comienzo de este post, no podemos dejar de ver que al ser la pieza culmine del cineasta, éste se refiere sutilmente a muchas de sus obras cinematográficas anteriores. En este gesto autoconsciente aparecen en objetos del atrezzo o en las líneas de los diálogos, extremadamente filosos, citas a “The Barefoot Countessa” (1954) y “All About Eve” (1950), entre otras tantas. Otro de los temas sugeridos es la lucha de clases que se refleja en el linaje y el status social de ambos contrinctantes. Lawrence Olvier, representa a una burguesía inglesa decadente que humilla a un italiano trabajador, que en su desesperación por sobrevivir puede sorprenderlo con su ingenio. Para llevar acabo este plan de degradación humana, La casona de Oliver va a tomar el cuerpo de un paraíso perdido que simbólicamente el realizador grafica mostrándonos un laberinto en un jardín custodiado por una serpiente de piedra. La invitación de Wyke para con Tindle, es justamente la de tentarlo para que pierda aquello que por razón social no le corresponde.
Retomando un poco la idea acerca de la ruptura con lo teatral, hay recursos propios del lenguaje cinematográfico como los sistemáticos planos detalles o algunos travellings que nos dirigen la mirada. Puntualmente estos dos recursos son imposibles de pensar en una puesta teatral.
Algunos datos de color de esta producción son que la misma tiene su origen en una pieza de teatro escrita por Anthony Shaffer. También el grupo inglés de música “The Smiths” cita un pasaje de uno de los diálogos de la película en la canción “The Charming Man”, y este año el director Kenneth Brannagh rodó una remake con Caine en el papel de Olivier y Jud Law en el rol de Caine.
En definitiva, lo que nos queda de este film es una de la más inteligentes expresiones del séptimo arte en relación a cómo se puede partir de una obra teatral para hacer una excelente película.
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