THE WOMAN IN THE WINDOW (1944)
La trama nos muestra a un profesor de psicología (Edward G. Robinson) que se junta con sus amigos en un selecto club a debatir sobre los peligros que podría significar para gente de su edad adentrarse en una aventura prohibida. Inmediatamente al terminar la discusión el catedrático busca en la biblioteca el erótico libro del Rey Salomón “El Cantar de los Cantares” y a través de su lectura se pierde entre sueños. Luego de esta breve siesta se dispone a marcharse a su hogar pero en el camino se detiene a apreciar en una vidriera un retrato pictórico de una hermosa mujer. De manera misteriosa la misma modelo del cuadro aparece como un espectro fantasmal al lado de nuestro protagonista pidiéndole fuego. De ahí se van a beber unas copas a un club nocturno y más tarde al departamento de la dama para conocerse más en la intimidad. Cuando todo parece marchar bien en medio de la velada irrumpe un hombre de forma violenta intentando matar al docente. A partir de ese momento la cotidianeidad pasa a transformarse en una suerte de pesadilla de la que no se tiene escapatoria.
En este caso el elemento trágico está dado por el paso de más que da nuestro protagonista al envolverse en una aventura con una mujer mucho más joven que él luego de haber sido prevenido por sus colegas cuando justamente este idilio amoroso está condenado socialmente. Una de las características de éste género era la de mostrar las capas ocultas del sueño americano denunciando su falsa existencia al evidenciar los aspectos más oscuros del mismo. En este relato se puede ver que los tres hombres que se acercan a la joven y bella femme fatale (Joan Bennett) terminan mal (dos son asesinados y el restante es un asesino suicida). Pero esta mujer actúa como aquellas sirenas de la mitología encantando a los caballeros con la belleza que irradia su retrato. Pero una de las cosas que Lang nos quiere decir con esta historia es que en la Norteamérica de 1940 no estaba bien visto que un hombre respetable salga con una mujer más joven y mucho menos si ésta pertenecía a una clase social inferior. Volviendo a la narrativa hay un aspecto que no ha quedado muy bien y es el final, que no pretendo revelar por respeto a aquellos que lo desconocen pero que desgraciadamente tuvo que ser cambiado de la idea original presente en la novela de J. H. Wallis. El realizador cinematográfico se vio forzado a torcer el desenlace por uno edulcorado y moralista que pudiera superar la censura del código de producción de la época.
En relación a los aspectos de puesta en escena hay que rescatar un rasgo bien característico de Lang y es el de mover la cámara sutilmente con pequeños travellings hacia atrás y adelante y delicados paneos laterales que siempre están en función de presentarnos de manera más dramática el espacio. Quizás sea porque el director vienés era un amante de la arquitectura y priorizaba la especialidad, en su cine abundan los objetos que nos dan sentido de profundidad en los decorados y las sombras propias heredadas del expresionismo. El otro acierto es la elección del elenco que encabeza un extraordinario Edward G. Robinson en una actuación medida y un gran segundón como Dan Duryea que aparece para darle fuerza a la historia en un momento en el que podría haberse caído. El guión de Nunnally Johnson está construido con símbolos muy bien integrados a la trama como las luces o veladores que se prenden en diferentes momentos del film como si quisieran marcarnos un camino entre sueños o un vano intento de despertar de la pesadilla al profesor. Otro ejemplo es el medicamento que consume el protagonista que de tomarlo en exceso podría golpear letalmente su corazón como una clara referencia a los miedos de vivir intensamente en una edad en la que esto parece vedado.
Me gustaría terminar con una referencia a la siguiente película de Lang llamada “Scarlet Street” (1945) que no sólo tuvo una temática similar pero un poco más arriesgada, sino también al mismo elenco compuesto por el trio Robinson – Bennett - Duryea. Por eso es fundamental apreciar “The Woman in the Window” y “The Scarlett Street” como dos pequeños retratos del hombre de clase media norteamericana que es castigado por atreverse a desafiar el lugar sistémico que le toca ocupar entregándose a vivir algo que no está diseñado para él.
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