WHITE HEAT (1949)
Como en el primer fotograma, este film es un tren a vapor que sale furioso de un túnel oscuro. Hacia finales de la década de 1940, James Cagney ya estaba consagrado en el género de gángsters como el más grande, pero "White Heat" terminó por convertirlo en una leyenda. En esta ocasión la piel que se puso fue la del psiópata "Cody Jarret", un desequilibrado mafioso con un complejo de edipo no resuelto que lo llevaría a la misma muerte. Al frente de esta gema se encuentra Raoul Walsh, el director de mil batallas, que dominaba el cine de género como pocos lo han hecho a lo largo de la historia de Hollywood. Walsh supo reformular a Cagney resaltando su faceta de gran improvisador para que juegue en la puesta con la bipolaridad psíquica que traía su personaje desde el guión. Cagney no defraudó y pudo componer a un ladrón diferente al que lo había popularizado casi 20 años atrás en "The Public Enemy" de William Wellman. Pero si los gustos personales pueden viciar las reseñas, debo confesar que va a ser imposible encontrar objetividad en un film que me resultó contundente no sólo desde la imagen sino también desde las palabras. Los diálogos que ensaya "Cody" en el relato son escuetos pero punzantes, tan hirientes como la violencia desmedida con la que trata a aquellos que lo rodean. Algunos ejemplos son: "Patear a Virgina Mayo", "Empujar por las escaleras a Steve Cochran" y manadar a matar a sangre fría a un amigo que no puede seguir en el ruedo con la pandilla.
Walsh supo trabajar con los personajes que no tienen posibilidad de cambiar, con esos a los que la muerte espera como único camino para ser redimidos. La grandeza los consume como ellos consumen lo que aman. Es el final de "High Sierra" o "The Roaring Twenties", el ladrón acorralado en su propio terreno (que siempre presenta obstáculos físicos) inmolandose al grito de una frase que engloba una declaración de principios, en este caso es "The Top of the world".
Párrafo aparte merece la línea de relación entre "Cody" y su madre, una especie de antesala a "Psicosis" (Alfred Hitchcock), con un matriarcado que al caer no hace más que mostrar la incapacidad del hombre para gobernar por encima de su desequilibrado carácter, la sobreprotección que en la carencia saca la impotencia del capricho que no puede ser saciado. Walsh trabajó esta relación madre-hijo basándose en la que tuvo "Mama Baker" en la vida real con sus hijos ladrones, de ahí el alto grado de verosimilitud.
Sólo nos queda contemplar la escena final en la que Cagney, fiel a su estilo, es abatido a balazos, pero se niega a morir, sólo lo logra cuando él mismo explota en llamas al disparar contra unos estanques que guardan dinamita. La risa de "Cody", las llamas de fondo y el título de "The End" es un plano que nunca olvidaré.
Walsh supo trabajar con los personajes que no tienen posibilidad de cambiar, con esos a los que la muerte espera como único camino para ser redimidos. La grandeza los consume como ellos consumen lo que aman. Es el final de "High Sierra" o "The Roaring Twenties", el ladrón acorralado en su propio terreno (que siempre presenta obstáculos físicos) inmolandose al grito de una frase que engloba una declaración de principios, en este caso es "The Top of the world".
Párrafo aparte merece la línea de relación entre "Cody" y su madre, una especie de antesala a "Psicosis" (Alfred Hitchcock), con un matriarcado que al caer no hace más que mostrar la incapacidad del hombre para gobernar por encima de su desequilibrado carácter, la sobreprotección que en la carencia saca la impotencia del capricho que no puede ser saciado. Walsh trabajó esta relación madre-hijo basándose en la que tuvo "Mama Baker" en la vida real con sus hijos ladrones, de ahí el alto grado de verosimilitud.
Sólo nos queda contemplar la escena final en la que Cagney, fiel a su estilo, es abatido a balazos, pero se niega a morir, sólo lo logra cuando él mismo explota en llamas al disparar contra unos estanques que guardan dinamita. La risa de "Cody", las llamas de fondo y el título de "The End" es un plano que nunca olvidaré.
Labels: PELICULAS
9 Comments:
Es una película fabulosa por todas partes. Al principio no sabía de cual hablabas, porque no recordaba su título original. Creo que aquí fue "Al rojo vivo"
Por cierto ahora que mencionas Psicosis, yo siempre quise hacer un post sobre madres de cine. Y por supuesto meter estas dos.
De momento no he podido verla, pero sinceramente al leer la reseña, me ha provocado curiosidad, intentaré visionarla.
Por cierto BUDOKAN, ya tienes un enlace en nuestro blog: http://mitiquisimo.blogspot.com, y aprovecho para también felicitarte por el tuyo.
Gracias a todos los que comentan sus preciadas opiniones en el blog.
Pequeñoibán: La nota sobre madres es muy interesante, me vienen a la mente algunas como: "Bloody Mama" de Altman o "Marnie" de Alfred.
Troncha: Ya enlace el muy buen blog que tienen en el mío.
Esta debe ser una de las películas más impresionantes, no sólo de gángsters, sino de cualquier clase de género. Acá Walsh demuestra su oficio y Cagney su versatilidad.
Enorme película, con un grandísimo Cagney, capaz de cargarse a cualquiera mientras termina de comerse un muslo de pollo, como si tal cosa. Antológica la escena del final. Inquietante relación la de Cody y su madre y Cagney estaba tan lleno de electricidad haciendo de gangster como bailando, ese hombre era una fuerza de la naturaleza.
Hola Budokan. Gracias a tu visita a Nunca Jamás he podido disfrutar de tú blog, que me parece magnífico.
Ante mi desconocimiento en cine clásico voy a poder aprender un montón y hacer una gran lista de películas que seguro que iré viendo con el tiempo.
Un saludo desde España.
Por cierto, ya estás linkado en mi mundo. Blogs así hay que promocionarlos
Pucha que complicado es conseguir clásicos...en muchos blogs me he encontrado con que hablar de ellos y me entusiasman...pero recorreriendo los videoclubs es complicado de encontrar...
Saludos
http://kinettic.blogspot.com
Hay, en el número 336 (creo), de la revista Dirigido por..., un estudio interesantísimo sobre cine negro, poliiao y de gangsters. Saludos.
¡Hombre! Vaya sorpresa venir por aquí y encontrarme con este clasicazo, esta maravilla de Raoul Walsh.
Y un James Cagney que merece pasar a la posteridad sólo por esa escena final.
Un saludo !
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