3 GODFATHERS (1948)
La pregunta es la siguiente: ¿Se puede hacer un film del corazón sin dar golpes bajos? La respuesta parece difícil, uno comienza a buscar ejemplos pero casi todos los que encuentra caen en recursos excesivamente melosos. No obstante siempre aparece un director que se maneja en esos límites como pocos, por no decir nadie, ese mismo es John Ford. Uno de los problemas más comunes de ciertas tramas sensibleras es que podrían transformarse en un costumbrismo chato o previsible quitando cualquier calidad de interés o sorpresa a la obra, al menos eso es lo que podría haber ocurrido con este film llamado “The 3 Godfathers”. Por suerte en manos de Ford, la trama cobra una fuerza narrativa visual que rompe con cualquier cliché y propone un crisol de sensaciones que se irán desprendiendo de las acciones mismas con la extraña naturalidad con la que van aconteciendo. Tres delincuentes llegan a un pueblo para robar un banco y luego huir atravesando un desierto hacia la frontera mejicana. Pero este carismático trío compuesto por John Wayne, Pedro Armendáriz y Harry Carey jr. no consigue ejecutar el plan tal cual lo acordado y es expulsado en una brillante persecución por el sheriff lugareño obligándolos a cruzar una gran extensión árida con muy poca agua. La peregrinación de los forajidos comienza cuando deben buscar un sitio del cual puedan conseguir algún líquido para beber en el corto plazo, cuestión que se va complicando con el correr de los minutos y los empuja a vagar de un lado a otro como si estuvieran atrapados en un juego demoníaco. Cuando la solución parece inalcanzable se suma un nuevo problema que dará un giro brusco pero acertado a la historia y es la aparición de una mujer a punto de parir en una diligencia abandonada. Este hecho cambiará significativamente el sentido de la huida para transformarla en un camino de redención para expiar los pecados cometidos.
Como se puede apreciar el film maneja el límite entre lo bíblico y lo real en el hecho epifanio de la aparición de este pequeño Cristo al que hay que salvar para de esta forma salvarse uno mismo. Pero en primera instancia lo que rueda Ford no es una parábola religiosa sino el continuo tema del hombre intentando encontrar su identidad. Los tres hombres sacrifican sus vidas por la del niño y eso les da la idea de un destino a cumplir. Luego hay relaciones entre el niño, la madre y el alguacil que no voy a detallar para no abundar en datos que puedan perjudicar la visión a aquellos que aún no la hayan disfrutado.
Otro de los aspectos de la puesta en escena fordiana es la belleza visual plasmada en ese hermoso scope en technicolor con que fueron fotografiadas las imágenes. Hay una escena en particular en la que los hombres deben soportar una tormenta de arena en unas dunas y al mismo tiempo refugiarse en unos arbustos. Lo poético está a flor de piel ya que observamos a las arenas bailar, pero no quedándonos con eso lo más interesante es la reflexión que nos dispara este momento y es que no deja de haber acción dramática. Wayne lucha contra el viento tratando de atar a los caballos, mientras que el paisaje predomina en el plano para que de esta forma se combinen lo poético y lo prosaico como un indicador de que ambas disciplinas pueden coexistir sin ningún problema. El baile de las formas de la naturaleza, el hombre que intena superarla y del otro lado el director que las combina para que nosotros, espectadores vivamos la experiencia artística.
La idea original de este relato proviene de una producción muda de 1919 filmada por el mismo Ford y llamada “Marked Men” en la que curiosamente trabajó como actor el padre de Harry Carey jr. (de nombre homónimo).
En definitiva “3 Godfathers” es una de esas películas que sólo Ford podía filmar porque sabía usar como nadie todo el cerebro para que en la pantalla quede todo el corazón.
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