OTROS CLASICOS

Un espacio para aquellos films poco recordados del período clásico y neoclásico

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Location: Capital Federal, Argentina

Tuesday, October 30, 2007

KIND HEARTS AND CORONETS (1949)



Cualquier amante del cine que admire la actuación no puede dejar de caer rendido ante algunos hitos de destreza interpretativa que se dan en algunas películas. Reconocer estas ocasiones únicas en las que un actor nos ofrece un momento significativo es un aderezo que puede engalanar una obra llevándola al altar de las más grandes. Pensemos por ejemplo en el caso de “Dr Strangelove” (1964) de Stanley Kubrick en el que un notable Peter Sellers se llevaba por delante el film con tres papeles de carácter protagónico, pero curiosamente ya contaban con un precedente. Esa no era la primera ocasión en que esto se había llevado a cabo, quince años antes, otro actor de linaje inglés nos regalaba una actuación para el recuerdo desarrollando nada menos que ocho personajes distintos en una misma cinta. Alec Guiness con su inconfundible acento británico compuso para “Kind Hearts and Coronets” una galería de caracteres tan disímiles como complejos. Un banquero anciano, un esposo fotógrafo, un maduro almirante, un jovencito enamorado, un viejo sacerdote, un duque y hasta una líder feminista fueron algunas de las variaciones que construyeron del Sr. Guiness una leyenda de la actuación.
Claro que nada de esto hubiera sido posible sino estaría en el contexto de un muy buen guión y una más que correcta dirección. La historia no es original porque proviene de la novela homónima de Roy Horniman y relata el meteórico ascenso de un joven en el mundo de la nobleza. Para ser más precisos, la película comienza la última noche de cárcel en la que nuestro elegante personaje está sentenciado a muerte. El duque Louis D’Ascoynes (Dennis Price) pasa el rato escribiendo sus memorias mientras aguarda el amanecer de su ejecución. Estos escritos nos conducen al flash back que servirá de estructura para el film muy bien llevado a través de una voz en off y que va a comenzar por la desgraciada infancia de nuestro héroe. Su madre condenada a la pobreza pagó el precio de elegir el amor antes que el título nobiliario de duquesa arrastrando a su hijo al destierro de la familia real. Viuda, pobre y sin fuerzas muere dejando a un joven a merced de trabajos poco redituables y sin mucha esperanza de progresar en la escala social primaria. Allí es donde entra el maquiavélico plan de Louis que quiere recuperar el ducado que le corresponde por linaje y deduce que sólo ocho personas se interponen entre él y la corona. Esta obra de ejecución contemplaba el acercarse a sus odiosos familiares (todos interpretados por Alec Guiness) para luego asesinarlos de forma distinta e ingeniosa y así achicar la brecha que le permita honrar el apellido materno.
Uno de los aciertos del interesante director Robert Hammer fue el tono ofrecido al relato fílmico. Si bien la película podría considerarse un policial no deja de ser una comedia inglesa de maneras que tiene como tema central la lucha de clases, las arcaicas posturas de la nobleza y los vicios de la burguesía. Todo está llevado adelante por las sutiles maneras o inglesas, en las que la cordialidad no deja de estar presente en cada escena. A nivel fotográfico hay un delicado trabajo de iluminación de interiores que nos recuerda a las pinturas de Augustus Pugin, sobre todo en las secuencias del juicio en la cámara de los lords. No es casual esta referencia pictórica ya que el film construye toda la trama simbólica de referencias a través de cuadros que aparecen sistemáticamente detrás de los personajes en momentos claves de la acción.
Si hablamos de lo extra fílmico hay un dato que no puede pasar desapercibido y es que el ambiguo final fue objeto de cuestionamientos por parte de la censura norteamericana que no veía bien los valores éticos que se exaltaban allí. Por eso se optó por una escena de unos diez segundos que cerraba lo que era un final abierto con una condena moral hacia los actos que no honraban el siniestro código Hays.
Si tuviéramos que definir esta joya de la historia del cine con una frase, sería una muy famosa y por cierto, citada en varios films: “La venganza es un plato que se sirve frío”. Porque si hay algo de lo que uno está seguro al ver “Kind of Hearts and Coronets” es que es una historia de venganza de un hijo a la memoria de su madre.

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Tuesday, October 23, 2007

THE BEST MAN (1964)



La década de 1960 significó para los Estados Unidos un gran caos efervescente en el que las burbujas subían a la superficie para reventar sin pasar desapercibidas. Los asesinatos de Martin Luther King, Malcom X, John F. Kennedy y la guerra de Vietnam significaron huesos duros de roer para los políticos norteamericanos que con sus posturas despertaron una bipolaridad en la gente cuyos extremos fueron homenajear el orgullo norteamericano o encolumnarse contra él. Como era de esperar, el cine de Hollywood no estuvo ajeno a estos problemas sobre la ética de gobernabilidad y ofreció durante esos años una suerte de películas que representaron a la perfección la paranoia reinante. Algunos buenos ejemplos de esto fueron “The Manchurian Candidate” (1962), “Advise and Consent” (1962) y Victim (1962). Otro caso igual a los expuestos es este film de Franklin Schaffner, que también se encolumna bajo esa temática y se titula “The Best Man”.
Metiéndonos en la película, la misma es un ejemplo del estado de descontrol de la política interior de los Estados Unidos luego del asesinato de Kennedy. La historia se centra en la convención del partido oficialista ante la votación que designará a su candidato para las elecciones a presidente de ese mismo año. Por un lado se encuentra un hombre con principios nobles y de tendencia humanística encarnado por Henry Fonda, mientras que en el otro rincón aparece un adversario más popular interpretado por Cliff Robertson que promete continuar adelante la cruzada anticomunista que tan siniestramente llevaron adelante Richard Nixon y el senador Joseph McCarthy. En el medio de estos dos rivales se encuentran algunos aspirantes anónimos que no tienen chance de ser electos pero que jugarán un rol fundamental en las negociaciones por el trono preciado de la casa blanca.
Sin embargo lo que se pone en tela de juicio no es la simple pelea por la situación de poder sino los métodos para la obtención del mismo. Todos los candidatos tienen un pasado porque son seres humanos, y justamente el uso difamatorio de los errores cometidos podrían ser usados en su contra ante una instancia de tanta presión. A todo esto, en un costado se encuentra el presidente actual que padece una enfermedad terminal. El realizador de la cinta usa a este personaje como metáfora de un tipo de política que está desapareciendo, esto lo entendemos por la frase repetida sistemáticamente por el máximo mandatario “…yo vine del campo hace muchos años a hacer un país mejor…”, y en algún punto la convención no es más que el funeral de esos ideales.
Para llevar adelante esta sensación, la puesta en escena va a apoyarse en este caso en tres pilares fundamentales: primero el encierro creado por espacios cargados de objetos o personas que desfilan de fondo para generar una atmósfera de opresión en la que los decorados parecen venirse encima de los personajes; segundo la gran actuación lograda producto de un elenco comandado por una sola estrella (Fonda) y tercero el ritmo demoledor que posee la narración de principio a fin.
La película parte de una pieza teatral de Broadway creada por el también aquí guionista Gore Vidal, y no me sorprendería que haya inspirado a David Mamet para hacer su genial “Glengarry Glen Ross”. Digo esto porque el ambiente, la aceleración y la locura de los personajes en aquella película están construidos con un código ético bastante salvaje que parece haber mamado de la obra de Vidal. Pero en el caso de Schaffner, se la adueña trabajando con uno de sus temas predilectos que es el del hombre encerrado sin posibilidad de escapatoria en un mundo en el que sólo sobreviven aquellos que aceptan su lado oscuro fruto de su instinto de supervivencia más animal.
Lejos, quedó aquella visión constructiva e idealista que tenía en sus films políticos Frank Capra, en las que el mal estaba presente pero todavía se lo podía combatir. La corrupción de aquella época perecía ante la embestidura de caballeros de la política como los representados por James Stewart en “Mr Smith Goes To Washington” (1939). Está claro que los tiempos han cambiado, y si se puede mencionar un punto de quiebre en el que el cine los empezó a reflejar, éste film es uno de ellos.
No quiero cerrar esta nota sin una anécdota un tanto irónica que cuenta que los productores del estudio rechazaron a Ronald Reagan para el papel estelar porque no tenía pinta de presidente.

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Tuesday, October 16, 2007

BLACK NARCISSUS (1947)



Una de las colaboraciones conjuntas más interesantes en la historia del cine ha sido la del director inglés Michael Powell con el guionista húngaro Emeric Pressburger. Juntos trabajaron en más de veinte películas ofreciéndonos una colección de joyas cinematográficas de géneros tan diversos como admirables. En medio de la Segunda Guerra Mundial aprovecharon para fundar una productora llamada “Los Arqueros” con el objetivo de poder mantener cierta independencia dentro de sus obras. Precisamente una de las más atractivas de este corpus es “Black Narcissus” que se levanta como un melodrama bastante curioso no sólo por la ubicación geográfica de la historia sino por lo que se pone en juego en la trama.
Un grupo de monjas inglesas encabezadas por una inmaculada Deborah Kerr, decide ir a evangelizar la aldea del monte Mopu ubicado en la cadena montañosa del Himalaya. Pero antes de partir, la hermana superiora le advierte a nuestra protagonista que aún no la ve preparada para afrontar semejante empresa. Para el espectador esta duda es una verdadera sorpresa porque no advertimos peligro alguno en la travesía en que se embarcan las sacedortizas, más tarde descubriremos el por qué de la advertencia. Al llegar a la montaña la misma se nos revela visualmente como un espacio demasiado extraño, un lugar en el que se habla otra lengua y donde el viento está presente en cada rincón.
Los problemas no tardan en surgir desde el instante de llegada y es que la orden debe funcionar en un edificio que anteriormente servía como casa de orgías, esto lo descubrimos por los frescos que habitan en las paredes. La primer indicación que da la hermana Clodagh (Kerr) es pintar esos muros con la intención de borrar los dibujos obscenos. Pero ahí es donde comienza a exponerse el conflicto interno y la forma de trabajarlo de Powell nos sugiere que la actitud de la religiosa es tapar aquello que la incomoda sin saber que los sentimientos del pasado son algo que no se puede cubrir tan fácilmente. Esos muros son simétricos a la vida anterior de las monjas y el hecho de verlos una prueba para curarse definitivamente. Paralelamente aparece un inglés radicado en el lugar llamado Mr Dean que va a pasearse sin remera y con una pipa sugestiva por toda la colonia despertando las fantasías reprimidas de las monjas. Es de un erotismo tan sutil la puesta en escena del director inglés que no hace falta subrayar nada, con un solo gesto de cortesía del señor Dean las hermanas ya empezaran a disputarse la atención del caballero. Ahí es donde el melodrama aflora en su premisa más intensa que es la incapacidad de amar. Aquella que hizo convertir a Clodagh en religiosa y la misma que le mantiene frío el corazón. Este viaje iniciático será una prueba de fuego que sacará los sentimientos más lujuriosos enfrentando a las protagonistas con su lado más oscuro. En esta lucha Kerr podrá dominar sus impulsos de deseo mientras que la hermana Philippa caerá en una locura sin retorno.
El dueto de realizadores trabajó a partir de una novela de Rumer Godden construyendo un mundo de colores tan expresivos que hicieron escuela. No en vano siempre se asoció a Powell como un genio que lograba que la pantalla se transforme en un lienzo y la cámara en un pincel. Este magnífico trabajo visual no hubiera sido posible sin un preciso ejecutor del technicolor que más tarde también se convertiría en realizador llamado Jack Cardiff. Otra de las decisiones que resaltan aquí es la elección de la inmaculada Deborah Kerr para el papel de monja tan diferente al que años después haría con John Huston en “Heaven Knows, Mrs Allison” (1957).
Para no engañar a nadie hay que aclarar que es un film un tanto difícil de ver porque hay ciertas claves ocultas que son fundamentales para la lectura. Por un lado está ese viento que parece funcionar como una grieta que invita a la seducción y por otro los objetos de figura redonda que vemos permanentemente en los decorados que nos sugieren algo erótico.
Aquí nos queda esta entrega magistral que toma como punto de partida a esta flor asiática cuyo nombre deriva de la palabra persa nagris y cuyo significado indica que esta planta es embriagadora explicándonos así el tema central de este bello relato cinematográfico con tono de fábula.

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Tuesday, October 09, 2007

THE AMAZING TRANSPARENT MAN (1960)



Cuando a muchos reconocidos directores de la actualidad se les pregunta cuáles son sus referentes ninguno vacilará en contestar con los nombres de John Ford, Orson Welles o Howard Hawks. Pero si se les repregunta con la intención de dejar la respuesta políticamente correcta de lado en busca de una sinceridad absoluta la mayoría se inclinará por otra triada un poco más oculta. Los nombres de Jaques Toruner, Samuel Fuller y Edgar Ulmer brotarán de sus bocas sin vacilación alguna en forma de homenaje. Estos pilares subterráneos del cine clásico se encargarán de acercarnos un poco más a los orígenes de las filmografías de hombres como Martin Scorsese, James Cameron o Joe Dante porque es justamente a través de la admiración cinéfila que estos últimos pudieron encontrar un sello personal a su cine. Por eso lo interesante es descubrir a aquellos predecesores que forjaron la imagen de los cineastas que hoy dominan los estudios para ver la génesis de tan diversos estilos. Entonces nada mejor que comenzar con uno de los personajes que realizó una de las obras maestras más significativas del siglo XX cinematográfico como fue “Detour” (1945).
Para Edgar Ulmer las limitaciones económicas siempre significaron una lucha pero no un impedimento para intentar ofrecernos el más alto compromiso con la película de turno que intentaba realizar. Una trayectoria cuya misión cinematográfica fue llevar adelante producciones de clase B para rellenar las dobles o triples sesiones en las salas o ser un artífice de los programas paranoicos de ciencia ficción que se podían disfrutar en los autocines.
En “The Amazing Transparent Man” nos vamos a topar con dos rasgos bien característicos de este director húngaro: primero el noir como elemento estético, más si pensamos que el film se rodó en una década donde esta corriente ya no estaba de moda, y segundo la ciencia ficción como estructura genérica que lo acompañó en los films de su última etapa.
En esta ocasión y como en casi todas las de este realizador la historia es sencillamente clara, un hombre se escapa de la cárcel con la ayuda de una mujer que lo espera en la ruta para llevarlo a la casa de un gángster ubicada en una zona rural. Dentro de esta especie de granja hay montado un laboratorio experimental comandado por un anciano científico que desarrolló un aparato para volver invisible las cosas. El jefe del hampa desea probar el artefacto con el prófugo para ver si funciona en humanos con el fin de enviarlo a robar bancos. Pero el giro que hace ir más allá esta situación es el plan maestro de este siniestro líder que pretende crear un ejército de hombres invisibles para dominar al país.
Si bien el potencial atractivo de esta pequeña sinopsis no llega a aprovecharse del todo no es menor el trabajo que hace Ulmer con tan pocos elementos. Desde lo visual los efectos son tan ingeniosos que años más tarde el director holandés Paul Verhoeven los tomará como modelo inicial para diseñar la forma en que Kevin Bacon se vuelve invisible en “Hollow Man” (2000), claro que con los beneficios de una tecnología más avanzada. Para seguir elogiando el nivel de la fotografía también debemos destacar la oscuridad conseguida con un trabajo de sombras que se puede ver en la sala de transformación como un reflejo de que allí reside el mal. Lo mismo opera desde lo espacial donde el arriba y el abajo tienen una significación importante queriendo el hombre ocupar el papel del creador. A través de estas cuestiones de significación en el espacio y de la relación entre los personajes el cine de Ulmer se construye a fuerza de geometrías.
Otro pensamiento que no es menor dentro del relato puede ser la visión negativa del autor en referencia a la conciencia del hombre en función de las posibilidades de la ciencia. En ningún momento del film se ve un uso positivo del descubrimiento de la invisibilidad sino todo lo contrario. Finalmente esto se pone en plena evidencia cuando los dos personajes más negativos se enfrenten destruyendo toda posibilidad de progreso tecnológico.
Desgraciadamente, éste fue uno de los últimos trabajos de un gran director que supo regalarnos pequeñas películas que como decíamos al comienzo de la nota fueron menospreciadas por los mismos estudios que años después financiaron a quienes lo tomaron como referencia. Hay una frase final de Ulmer que le confió a Peter Bogdanovich en una entrevista en relación a los problemas de presupuesto en sus producciones: “Realmente estoy buscando la absolución por todas las cosas que tuve que hacer por motivos de dinero”. Sus colegas y los espectadores lo absolvieron categóricamente.

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Tuesday, October 02, 2007

JASON AND THE ARGONAUTS (1963)














Desde los comienzos del cine fueron los semidioses mitológicos quienes han ofrecido a la pantalla el molde del héroe cinematográfico por excelencia. Como si fuese una suerte de herencia manifiesta el cinematógrafo acogió a estos personajes entregándoles un nuevo espacio cotidiano para que resurjan en seres actuales y así nuevamente puedan transferirnos las enseñanzas de los mitos. De aquellas narraciones fantásticas podemos citar a Perseo, Ulises, Teseo y Jason como referentes griegos que en el cine aparecen encarnados desde Luke Skywalker hasta Indiana Jones pasando por Superman o Forrest Gump. Pero la narración en el séptimo arte tiene sus propias reglas y una de ellas es lograr esconder el mito en una historia cotidiana, hacer que un personaje reciente como el de Jason Bourne beba de la fuente de Ulises para contarnos nuevamente la búsqueda de la identidad de un espía, que al igual que el antiguo héroe, debe vagar por múltiples países sin poder tocar tierra hasta llegar a su Itaca natal y así de esta forma recuperar su vida anterior. Es por ello que una de las principales funciones del relato cinematográfico es revisar aquellos textos pero con una mirada actual del mundo.
En el film del desconocido director Don Chaffey, Jason se presenta tal cuál es o sea con una fidelidad absoluta al relato original que pretende revivir aquella hazaña iniciática en la que surcando los confines del mundo con su embarcación logró robar el vellocino de oro para recobrar su trono perdido. La travesía de Jason no sólo fue uno de los viajes épicos más excitantes sino también una fuente inagotable de proezas que encierra múltiples enseñanzas.
La historia se inicia en la antigua Yolcos donde Pelías destrona a su hermano rey y manda a asesinar a todos sus hijos porque el oráculo le había vaticinado que uno de los niños volvería años después para matarlo en venganza de su padre asesinado. Con la ayuda de los dioses Pelías conquista la ciudad pero deja que se le escape un bebé llamado Jason. Con el paso del tiempo este fugitivo, ya adulto, llegará a la vida del monarca para salvarlo en un hecho casual. Al reconocer la profecía, Pelías envía a Jason al fin del mundo a buscar el vellocino de oro para ganar tiempo pensando que el héroe va pasar su existencia perdido en los mares de la Cólquida. Ahí es donde la aventura se dispara hacia un viaje épico dónde el marino visitará la isla de Bronce para vencer al titán Talos luego a las Arpías y finalmente a la Hidra. Ya hacia el final conocerá a Medea que luego será su mujer y que dará lugar a otro mito importante que no es el que se trata en este film que revisamos.
Uno de los elementos que hace de este héroe un personaje cercano a lo moderno es la relación que tiene con la mirada de los dioses, Jason los reconoce pero los rechaza. Si bien el film está planteado desde el punto de vista del Olimpo y éste se articula como un juego de tablero en el que Zeús y Hera mueven las piezas, Jason rehúsa a la ayuda del primero de manera desafiante porque piensa que en el futuro el reinado del Olimpo va decaer y los hombres ya no creerán en deidades. Este material de conflicto entre el hombre y Dios es una muestra de la lucha interna que sufre el personaje en relación a la forja de su propio camino más allá de la imposición del destino. Una concepción de personaje que se emparenta más con un modelo de protagonista propio del cine moderno que vendría en los años siguientes.
En la factura fílmica el punto más álgido de esta producción lo encontramos en el excelente trabajo visual de Ray Harryhausen que diseñó con una técnica avanzada los efectos visuales del film. Todos los seres sobrenaturales que van apareciendo en el relato fueron diseñados y plasmados en la pantalla grande por este maestro de los efectos especiales que se mostró como un adelantado a su tiempo. Sólo hay que detenerse en la secuencia en que Neptuno aflora de las aguas o en los esqueletos que surgen de la tierra para dar cuenta de ello. La prueba de sacrificio más grande la encontramos en que Harryhausen trabajó como un artesano durante cuatro meses para secuencias que en pantalla duran apenas tres minutos. No es menor la estridente composición de la banda sonora a manos del reconocido Bernard Herrmann que nos mantiene en vilo en las escenas de batalla. Pero deliberadamente en el casting no encontramos a ninguna figura de primer nivel y esto se debe a que el estudio siempre fue consciente que el protagonista de éste film es la fuerza de su trama que permite descansar en actores menores.
Retomando el concepto inicial “Jason and the Argonauts” no es una versión del mito sino el mito mismo y por eso es enriquecedor su visionado porque nos transporta a aquella antigua Grecia para recordar una era en la que el heroísmo era el camino a la gloria eterna.

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